¿La infancia de hace dos décadas era más feliz?

Muchos de nosotros nos preguntamos si la infancia de hace veinte años tenía algo que hoy falta. Aquí la respuesta a este interrogante
¿Era mejor la infancia de antes o cambiaron nuestras formas de mirar el presente? (iStock)

Suele aparecer con más frecuencia, y más entre las edades de 30 a 40 años, un interrogante en reuniones y charlas cotidianas: cuando éramos niños o adolescentes, ¿éramos más felices que la generación de ahora? Esa sensación nostálgica aparece cuando se comparan los juegos de la calle con las pantallas o los juegos actuales.

Un cambio rotundo de época

A principios del 2000, la vida infantil tenía otro ritmo. No existían los celulares inteligentes ni las redes sociales. La mayoría pasaba las tardes pateando una pelota o dando vueltas en bicicleta.

Los encuentros se daban en la vereda. Se iba caminando hasta la casa de ese amigo, se tocaba el timbre y si este no estaba, se volvía más tarde. No había mensajes instantáneos, ni historias en redes sociales que se borraban en 24 horas.

Hoy, los chicos manejan tablets antes de decir frases completas. Tienen acceso a contenido constante y tecnología en todo momento, en cualquier tipo de ritmo. Pero también se ven más signos de ansiedad, irritación y menos conexión social.

Los jóvenes y las pantallas

Muchos padres dicen que sus hijos tienen de todo, pero juegan menos al aire libre. Se aburren más rápido. Necesitan estímulos todo el tiempo. En el pasado, el aburrimiento era parte del día. Y de ese vacío nacían juegos inventados e historias nuevas con momentos irrepetibles.

Eso no significa que antes todo era mejor. Pero la conexión entre personas parecía más directa, había un cara a cara. Había tiempo para sentarse a charlar, para inventar juegos con lo poco que habia en casa.

Hoy todo es rápido. Todo está al alcance de un clic. Pero a veces, tanta facilidad quita el deseo de descubrir cosas por uno mismo.

No se trata de negar los avances. La tecnología ayuda mucho si se usa con imaginación. El problema es cuando se reemplaza el contacto real, la presencia y la palabra con los videos o contenido digital donde no plantean interrogantes o nuevas ideas.

Por eso, muchos adultos sienten que algo se perdió. No es cuestión de volver atrás, sino de recuperar lo que valía la pena de aquel tiempo.

Una plaza, una charla sin apuro, un juego improvisado o jugar a la pelota en la plaza. La felicidad también se encuentra en lo más simple. En cosas que no necesitan cargador ni señal de internet.

Quizás la pregunta no es si éramos más felices. La clave está en ver qué hacemos hoy para que los chicos puedan tener una infancia libre y alegre. Hay que volver a mirar a los niños, sin apuros. Escucharlos, acompañarlos. Y entender que crecer no es solo disfrutar de los contenidos digitales, sino también sentir, imaginar y jugar.

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