Un Presidente entre la nostalgia y la realidad: la transformación de Milei en el poder

Javier Milei vuelve a su viejo escenario, pero ya no es el mismo candidato desafiante que fue. Hoy, tras diez meses en el poder, las tensiones entre el líder rebelde y el presidente en funciones comienzan a hacerse evidentes.

Un Presidente entre la nostalgia y la realidad: la transformación de Milei en el poder

Ayer, Javier Milei regresó a Parque Lezama, el mismo lugar donde hace tres años comenzó a consolidarse como una figura política disruptiva en Argentina. Sin embargo, aunque el escenario era el mismo, las circunstancias han cambiado de manera radical. Lo que antes era una campaña artesanal, con una energía casi barrial, hoy enfrenta la realidad de un gobierno que comienza a mostrar sus propias limitaciones.

Hace solo tres años, Milei se subía a esa misma tarima para defender su candidatura a diputado nacional. En ese momento, nadie imaginaba que llegaría a convertirse en presidente y mucho menos en un referente político internacional. La mística de aquel entonces se basaba en su capacidad para encarnar los enojos que se acumulaban en la sociedad argentina, ofreciendo una propuesta nueva y distinta, sin estructura y con escasos recursos. Era el símbolo de lo nuevo, lo que surgía desde abajo y prometía cambio.

Sin embargo, hoy las cosas son diferentes. Los mismos muchachotes que antes coreaban su nombre desde las gradas hoy se encuentran en posiciones de poder o luchan por ellas. Algunos ya forman parte de la burocracia, mientras que otros se pasean por la Casa Rosada. La rebelión de antaño parece haber dado lugar a la gestión gubernamental, con todas las contradicciones que eso implica.

En el acto de ayer, Milei mantuvo su estilo provocador. Con insultos y gritos, arremetió contra sus viejos enemigos, especialmente contra el periodismo. “Soretes ensobrados”, disparó, mientras sus seguidores coreaban insultos contra los periodistas presentes. La tolerancia y el equilibrio parecen no formar parte de su estrategia política.

Pero, más allá del estilo, las diferencias entre el Milei candidato y el Milei presidente son cada vez más evidentes. El Milei que prometía cortar un brazo antes de subir impuestos hoy justifica haberlos aumentado, aunque asegura que también los ha reducido. El Milei que denunciaba que cualquier regulación llevaría al comunismo hoy regula el tipo de cambio, una medida que el candidato de antes hubiera criticado ferozmente.

La transición entre candidato y presidente se ha convertido en un campo de tensiones. Aquel candidato libertario que prometía libertad absoluta hoy se enfrenta a una realidad económica y política que le marca límites. El acto de ayer fue una mezcla de nostalgia y provocación, pero dejó en claro que Milei ya no es el mismo, aunque por momentos intente serlo.

Este cambio se hace evidente incluso en sus propios aliados, muchos de los cuales no estuvieron presentes en el acto. Figuras como Carlos Maslatón, Emmanuel Danann o incluso su actual vicepresidenta, Victoria Villarruel, se han distanciado del líder que alguna vez defendieron. La mística de antes parece desvanecerse mientras el presente comienza a pesar más que el pasado.

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